En el hospital de Murcia, en España , murió el 3 de mayo de 1.997 a la edad de setenta años el gran guitarrista de dimensión mundial Narciso Yepes, después de años de combate con un agresivo cáncer. Muchas veces hizo mención de sus tres amores: Dios, Marysia su esposa y la guitarra. Meses ántes había declarado a su familia :”yo quiero amar a Dios sin pedirle nada, ni siquiera que me cure. El sabe que yo deseo curarme pero si no lo quiere su poder está por encima de todo“.
Fue un maestro de la guitarra clásica, intérprete y compositor; estando joven el gran Paco de Lucía aprendió de él el arte porque “ la belleza como la Verdad siempre genera asombro y adoración “... Fue premiado con numerosas distinciones. Desde pequeño se abraza a la guitarra como expresión de su genialidad , su amor por la vida , el arte , la familia, la Patria y Dios.
Escuchar su interpretación del “ concierto de Aranjuez era espacio de auténtico arte y emoción . Fue arreglista de melodías de algunas películas como la famosa Juegos prohibidos, premiada en los festivales de Cannes y Valencia y distinguida con el Óscar de la Academia.
Realizó numerosas giras americanas, europeas, soviéticas y en el Japón sellando con total éxito y ovaciones. Confesó que al llegar el cáncer en 1.990 logró conservar la paz del corazón gracias a su entrada en el misterio de Dios. A pesar de ser creyente “ tenía la fe dormida y reviví. Desde aquel momento, dice, nunca he dejado de saber que soy criatura de Dios, hijo de Dios; doy gracias a Dios porque no sólo me ha conservado la fe sino que me la agranda cada día.
“Ademas de creer en Dios, yo le amo y lo que es mas afortunado para mí, Dios me ama. Tocar un instrumento como mi guitarra lo mejor que uno sabe y ser consciente de la presencia de Dios es una forma maravillosa de rezar, de orar ... lo tengo bien experimentado”.
Uno su vida a la celebración de hoy la exaltación de la Santa Cruz. El dolor llego a su vida como la noche en la cual le llamaron para anunciarle: han matado a uno de sus tres hijos. La nube oscura cubrió su hogar.
Pero sacó fuerzas para proseguir ya que al mirar a Cristo en la Cruz supo que la pasión era parte de la vida y sintió lo que algún día anotó Jesús: “cuando sea levantado en alto atraeré a todos hacia mi”.