“Apoyamos firmemente el enfoque holístico que está adoptando la administración del presidente Petro para contrarrestar los narcóticos a través de la seguridad rural integral, la justicia, el desarrollo, la protección ambiental, la reducción de la oferta y la reducción de la demanda, incluso en Estados Unidos”, dijo el secretario de Estado de los Estados Unidos, Antony Blinken, tras su reunión con el presidente colombiano, Gustavo Petro, en la Casa de Nariño.
Petro se había referido a ese tema a finales de septiembre, durante la Asamblea General de las Naciones Unidas, donde dijo que la política antidrogas aplicada hasta ahora había fracasado, y que los únicos perjudicados con ese enfoque eran los campesinos que países como Colombia que no encontraban otras alternativas viables para lograr beneficios económicos de sus actividades. En eso tiene parte de razón el gobernante colombiano, y ahora parece entenderlo el actual gobierno estadounidense.
Sería muy bueno que los dos países pudieran adoptar una manera más acertada para golpear de verdad a las estructuras del narcotráfico y, al mismo tiempo, fomentar los cultivos legales, productivos y rentables en Colombia. De esa manera no solo se podría erradicar los cultivos ilícitos de manera voluntaria, sin afectar el medio ambiente y acabado con la violencia ligada al narcotráfico, sino que se les podría dar opciones nuevas de desarrollo a amplias zonas rurales en nuestro país. No es fácil llegar a eso, pero podría ser el camino acertado.
Definitivamente, hay que hacer el tránsito de las economías ilegales hacia las legales, y el Estado colombiano, con el apoyo de los Estados Unidos, debe volcar sus esfuerzos a lograrlo. También estaría bien que los dos países implementen estrategias conjuntas que ayuden a proteger y conservar las riquezas de biodiversidad que tiene Colombia y que han resultado gravemente afectadas, debido a las actividades ilícitas ligadas al narcotráfico.
Sin embargo, el gobierno de Petro no puede renunciar a seguir usando las herramientas de la interdicción y de la inteligencia militar, así como mecanismos como la extradición de narcotraficantes para disuadir a los capos del tráfico de drogas. Son asuntos que deben hacer parte de una estrategia integral que acorrale a los criminales. Eso, seguramente, unido a una oportunidad de sometimiento a la justicia para lograr la llamada paz total podría ser una buena decisión para acabar definitivamente con esa actividad perversa que tanto nos ha costado a los colombianos.ial
Es importante que las relaciones de Colombia con los Estados Unidos dejen de girar solo alrededor del problema de las drogas, y que temas claves para el desarrollo del campo, el cuidado del medio ambiente, la educación, la ciencia, la tecnología y hasta los asuntos migratorios hagan parte de la agenda presente y futura entre los dos países. Siendo nuestro país el gran socio de los estadounidenses en América Latina, y tejiendo unas buenas relaciones es posible lograr que haya un trato más equilibrado y productivo entre los dos, y que resulte realmente beneficioso para los colombianos.