¿Qué es el Ejército de Liberación Nacional (Eln)? ¿Quedará algo de lo que pudo ser su ideario ideológico? Jamás las armas debieron justificar el combatir otros males, pero es evidente que llegamos al punto en el que nos encontramos hoy como sociedad porque desde el principio hubo cosas en nuestro país que no funcionaban como debían. La cerrada democracia que solo beneficiaba a unos cuantos dio razones, que no compartimos, a personajes que consideraron que solo una revolución podía cambiar las cosas.
Sin embargo, el tiempo demostró que la izquierda podía llegar al poder por los caminos democráticos, con las reglas de juego trazadas por esta sociedad, pero ni siquiera el Eln tomó en serio la posibilidad de hacer firmar la paz con alguien que piensa más parecido a lo que dicen defender. Un exguerrillero que también usó las armas como vía de conquista del poder, que también atacó las instituciones y que hoy gobierna el país gracias al voto y no a la sedición. Resulta, por decir lo menos, paradójico que su idea de paz no sea comprada ni siquiera por quienes se dicen de pensamiento de izquierda.
En buena parte la desconfianza de las mayorías del país en el proyecto de Paz Total, tan cacareado por el Gobierno Nacional, pasa porque no se ven resultados en ningún frente. Cuando ya corre el reloj en cuenta regresiva para quienes ostentan el poder, solo suman frustraciones en este campo. Es evidente que creyeron que dialogar con las agrupaciones armadas era solo cuestión de voluntad, pero no se percataron de que a nadie se le puede obligar a firmar la paz, excepto cuando son claramente derrotados en el campo de batalla. Y los antecedentes de la vacilante y limitada implementación del acuerdo con las Farc obligaba a un ejercicio de recuperación de confianza para el que difícilmente se dispondría de tiempo.
Hablando del Eln en particular, solo al Gobierno sorprende lo sucedido. Es tradición que cuando parece que todo va por buen camino, en una mirada anacrónica de cómo demostrar poder, este grupo siempre acude al terrorismo y ataca de la peor manera, con lo que solo reafirma que está muy tranquilo con el negocio que tiene de drogas y con la impunidad que le ofrece el Gobierno de Venezuela, así como con mantener el control en zonas colombianas donde se regodean como señorones, sin que haya quién les ponga cortapisas, pues el control territorial sigue siendo una aspiración de todo el país.
Es evidente que todo presidente tiene que luchar por lograr la paz del país, es un mandato constitucional. No obstante, también tiene que buscar la manera de proteger a los colombianos vulnerables y de combatir a los delincuentes sin importar sus ideologías o sus justificaciones. Es lamentable que en pleno siglo XXI, estructuras armadas se escuden en supuestos criterios ideológicos a la hora de reivindicar sus fechorías, cuando en realidad están defendiendo negocios ilícitos que solo favorecen a los jefes de ese movimiento La mejor estrategia de paz se llama desarrollo de los territorios con las comunidades y ese debería ser el foco de gestión del Gobierno para que se deslegitime aún más la presencia de los grupos armados.
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