Claro que crecimos soñando con que en algún momento pudiéramos tener los poderes sobrehumanos de Superman, la Mujer Maravilla, el Hombre Araña… creados para historietas, el cine y la televisión con el fin de divertir y entretener. Esto es bien distinto a que muchas personas de carne y hueso estén buscando alcanzar fama, creyendo que con sus luchas imaginarias salvarán al mundo y al planeta. Eso refleja cómo estamos entendiendo y ejerciendo el liderazgo, tan escaso para muchos, o que ha evolucionado, dirán otros.
Vemos presidentes y otros mandatarios que se creen dueños de la vida y de la suerte de sus habitantes. Se olvidan de que llegaron ahí por decisión popular, en su mayoría; o por herencia, para el caso de monarquías o porque se apoderaron a la fuerza o violando las reglas de juego, como en las dictaduras. Carlos Alberto Fiorani, en su trabajo El Gran Hombre - Paradigmas y crisis de liderazgo en Argentina, menciona que el modelo del líder sobrehumano ha sido una de las causas que perpetúan y renuevan las crisis, para bien o para mal.
Hablar de liderazgo se hace urgente porque el país se prepara para elegir el 29 de octubre a quienes gobernarán en las regiones. Lo que se pide de un líder es que sea alguien que inspire, no que con lo que piensa y diga llene de fatalidad el presente y menos el futuro. Los ciudadanos queremos conocer y escuchar de lo que puede mejorar la calidad de vida, que resuelva problemas, que nos haga más felices, que nos lleve a ser más competitivos, que mejore el entorno. Se trata de un liderazgo propositivo y esa característica no encaja en quienes viven promulgando que el mundo se va a acabar, que la destrucción está cerca, o buscando atacar y destruir al otro por ser diferente.
Un líder genera credibilidad, y lo hace demostrando con hechos que tiene capacidad de ejecución de los recursos para llegar a hacer transformaciones reales de los territorios, no de ficción como en el caso de los superhéroes. Un buen líder es quien toma decisiones pensando en el bien general, no en el particular ni en el de sus promotores políticos que tanto se practica en la actualidad; es el que tiene una mente abierta, escucha, busca nuevas ideas, y especialmente sabe comunicarse, no excluyendo, sino consciente de que gobierna para personas de todas las edades y a todos está obligado a llevar la información, más si es pública.
Un buen líder se prepara mental y académicamente para enfrentar adversidades y retos, no quien responden con pataletas o que cree que se impone con aspavientos. Debe ser, además, empático; nada peor que tener un líder antipático, grosero, agresivo, ególatra, mitómano, acosador. Los líderes de carne y hueso deben tener los pies bien puestos en la tierra. Si llegan a un cargo no piensan que ese solo hecho les concedió los superpoderes para estar y actuar por encima de los demás y en contra de la ley. Eso hay que dejárselo a las historias de ficción.