Lo que está ocurriendo con la seguridad es muy delicado. Mientras las autoridades aseguraban que todo marchaba bien y sacaban pecho con la disminución de cifras en la comisión de delitos, de un momento a otro salieron a flote reportes de aumento de la inseguridad en ciudades y campos. Era algo que estaba latente, pero nadie lo notó ni lo identificó y eso es muy grave, porque significa que el delito se ha ido sofisticando en sus formas sin que las autoridades siquiera lo perciban, y los que estamos asumiendo las consecuencias somos todos los ciudadanos.
Ahí están los robos en las calles en manos de agrupaciones organizadas que la emprenden contra peatones y conductores, muchas veces usando sustancias como la escopolamina para someter a sus víctimas; los atracos a comercios y residencias a plena luz del día y muchos a mano armada; los ataques cibernéticos para quienes usan la tecnología como método para hacer sus transacciones; el bloqueo de carreteras para que quien deba pasar tenga que pagar, como ha ocurrido en el Valle del Cauca y otros departamentos; así como la presencia de bandas que invaden fincas para robarlas, como sucedido en Marmato. A esto se suman los hechos delincuenciales propiciados por guerrillas y bandas criminales para producir terror.
En Manizales el hecho más reciente tiene encendidas las alarmas. 18 personas, entre ellas 4 policías, fueron capturadas en operativos simultáneos en la ciudad, en Medellín y en Bucaramanga; además de allanamientos a estanquillos, bares, bodegas, parqueaderos, misceláneas y viviendas donde presuntamente producían, expendían y guardaban licor adulterado. Se trata de una red de la que la Fiscalía tiene en su poder grabaciones de llamadas de quien sería la cabeza, pero que se les escapó. El temor es que, según la primera audiencia de imputación de cargos a los detenidos que todavía no han sido declarados culpables, podrían ser por lo menos 14 estanquillos en diferentes sitios de la ciudad, donde se comercializarían estos productos peligrosos para la salud de quienes los consuman, además de ser de contrabando algunos de ellos.
Más delicado, y que deja en entredicho a las autoridades, es que en las grabaciones se mencione a un funcionario de Sanidad del Municipio, de nombre Carlos, encargado de la vigilancia de toda la Avenida Santander y que, según la interceptación de llamadas, estaría en la nómina de la banda con pagos de dinero por guardar silencio. Gravísimo que esto esté sucediendo en la Alcaldía, que debe escudriñar entre quienes ejercen funciones de control para evitar que se siga dando este comportamiento delincuencial. La misma gravedad representa que pueda haber policías implicados en este caso, que hayan servido de instrumento para dejar pasar vehículos con este licor adulterado, a cambio de dádivas.
El perfeccionamiento al que están llegando los delincuentes para actuar no puede ser superior al de los controles en las instituciones y en la seguridad ciudadana. El caso de esta banda dedicada a la producción y venta de licor adulterado en sitios visibles de Manizales es un llamado de atención para todos. A estar más atentos y denunciar situaciones extrañas, pero desde lo institucional a verificar que quienes sirven al Estado realmente estén cumpliendo con lo que la ley les exige, porque para eso les pagan, y no dedicados a infringir las normas.
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