En el Congreso de la República vuelve a hacer carrera un proyecto de ley buscando que se prohíban en Colombia las corridas de toros y las actividades relacionadas con la tauromaquia como el rejoneo, las novilladas, las becerradas y las tientas. El representante a la Cámara del Partido Liberal Juan Carlos Losada, que el año pasado lideró una iniciativa similar, sostuvo en ese entonces que la idea cumplía 20 años tratando de ser aprobada y no había tenido éxito. Ese proyecto que proponía comenzar a suspenderlas de manera gradual en tres años terminó archivado en abril pasado. No obstante, sectores oficialistas vuelven a insistir ahora con la propuesta.
Existe un precedente jurídico. La Corte Constitucional en sentencia del 2010 dijo que las actividades taurinas o espectáculos con animales no se pueden prohibir por considerarse una tradición en ciertas regiones del país, tal como ocurre en Manizales, en donde la tauromaquia tiene un fuerte arraigo cultural entre todos los sectores de la población y sus actividades son fuertes apalancadoras de la economía local. Además, la Corte señaló que se debían permitir siempre y cuando los animales recibieran protección especial contra el sufrimiento y el dolor en el transcurso del evento. Quizás es lo que hace falta, pero con argumentos serios, técnicos e incluyendo necesariamente en cualquier proyecto de ley a otras actividades con animales en el país como las corralejas, las peleas de gallos con actos de violencia extrema.
La iniciativa la aprobó el Senado en dos debates, uno en Comisión Sexta y otro en plenaria el martes, aunque la votación fue con un quorum exiguo porque de 108 senadores que tiene el país, 50 votaron a favor y 4 en contra, la otra mitad no se encontraba en el recinto. En 15 días el proyecto debe pasar a la Cámara de Representantes para su estudio, también en dos debates. Caldas cuenta con 6 representantes y se espera es que si no son parte de los que defiendan la permanencia de las actividades taurinas en Colombia porque saben lo que representan para una región como esta, pues que se abstengan. Distinto es proponer que sean reglamentadas, como algunos congresistas han expuesto.
Los taurinos deben ser escuchados. En un país que se precia de preservar las libertades, a ellos les asiste el derecho a querer mantener una tradición de siglos de la que gozan, por la que sienten pasión y a la que ven como arte; además de pedir conservarlas porque de las actividades taurinas derivan su sustento y es lo que saben hacer. Ahí están toreros, banderilleros, ganaderos, novilleros, empresarios, monosabios, veterinarios, periodistas, fotógrafos, artistas, campesinos, vendedores informales, hoteleros, por citar algunos oficios que se derivan del mundo de los toros.
La discusión no puede centrarse exclusivamente en el maltrato animal, porque de acabar con las corridas el toro de lidia queda en riesgo de desaparecer. Es una especie para la lidia, no para otras actividades; ningún ganadero se someterá a su costosa crianza para otros fines. En juego está el sustento de muchos, así se hable de una transición a otras formas de trabajo para mantener derechos laborales, porque sería imposible sostener; fuera de que en ciudades como Manizales los excedentes por venta de boletería en una temporada taurina cumplen también un fin social y van para el Hospital Infantil. ¿Quién y cómo suplirá estos recursos? Hay que contemplar además que la prohibición con seguridad empujará a la ilegalidad y es lo que menos se quiere para el país. En este asunto de la defensa animal debe primar lo técnico y no usarlo para fines politiqueros y ganar adeptos como ha ocurrido.