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El asalto del Palacio de la Moneda por las Fuerzas Armadas de Chile durante el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973.
LA PATRIA | ESTOCOLMO
Mientras que en el centro de Santiago resonaban, el 11 de septiembre de 1973, los bombardeos de las Fuerzas Armadas contra el Palacio de La Moneda ─la sede del presidente y del Gobierno de Chile─, en todo el país resonaron las últimas palabras del presidente Salvador Allende quien, a través de las ondas de Radio Magallanes, pronunció un adiós solemne a la nación. Luego, consciente del destino que le esperaba en manos de sus adversarios, hizo lo único que podía salvarlo de estos: volteó un arma de fuego hacia sí mismo y disparó.
Así culminó el golpe de Estado orquestado en gran parte por los servicios de inteligencia de Estados Unidos ─la CIA─ que acabó con un gobierno chileno, democráticamente electo, sí, pero que tuvo la desgracia de ser socialista en una época de Guerra Fría en la que esta ideología era considerada la mayor amenaza por y para la superpotencia norteamericana.
Un balance que duele
El resto es historia: una de las democracias entonces más estables de América Latina ─aunque había recientemente conocido varios tumultos─ se convirtió en una dictadura bajo la junta militar liderada por el general Augusto Pinochet: se disolvieron forzosamente el Congreso Nacional, los partidos políticos y los gremios, se limitaron considerablemente las libertades individuales y se reprimió severamente a cualquier persona que era ─o generaba sospechas de ser─ opositora al nuevo régimen o simpatizante de ideas de izquierda. El fantasma del rojo comunista fue reemplazado por el del rojo sangre.
Las distintas comisiones de verdad que fueron establecidas después del regreso del Estado democrático en 1990 han contabilizado hasta la fecha que hubo 40 mil 175 víctimas del autoritarismo en Chile entre el 11 de septiembre de 1973 y el 11 de marzo de 1990 (día en el que terminó la dictadura pinochetista), cifra que incluye a ejecutados y a detenidos desaparecidos, así como a presos e individuos que subieron tortura. Al menos 3 mil de estas personas se encuentran en las dos primeras categorías, que representan aquellas cuyo asesinato ha sido corroborado o se supone ─por nunca haberse encontrado el cuerpo u obtenido confirmación explícita─. A ello se suman los 200 mil chilenos que tuvieron que huir de su patria.
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Una marcha por las víctimas del régimen de Pinochet organizada en Santiago de Chile el 8 de septiembre del 2013, en la que participaron más de 20 mil personas.
La economía, una fachada
Aparte de su brutalidad, uno de los elementos más idiosincráticos de la dictadura de Pinochet fue su política económica radicalmente neoliberal ─que rompió así totalmente con la de Allende─ impulsada por Estados Unidos mediante los “Chicago Boys”, un grupo de economistas chilenos graduados de la universidad de la ciudad epónima donde neoliberales convencidos como Milton Friedman y Arnold Harberger les inculcaron su ideología para que la promovieran en su propia tierra.
El régimen se dedicó a desmantelar el sistema de seguridad social a favor de una hiperprivatización de casi todas las esferas de la vida: la salud, la educación, las pensiones y hasta el agua fueron confiadas a empresas privadas que asumirían su regulación y acumularían las ganancias. Además, varias compañías extractivistas recibieron luz verde para expandir sus actividades mineras y forestales en detrimento de las comunidades locales ─particularmente de los indígenas mapuches─ y de los ecosistemas.
Este giro económico fue consagrado en la Constitución de 1980, que sigue en vigor en la actualidad. Es cierto que, en el papel, Chile parece hoy estar en una posición muy favorable en estándares latinoamericanos ─tiene el índice de desarrollo humano (IDH) y el producto interno bruto (PIB) per cápita más elevados de la región─, una hazaña que muchos atribuyen a su modelo económico heredado de la dictadura.
No obstante, en la realidad, es también un país altamente desigual, cuyo crecimiento económico en las últimas décadas ha beneficiado desproporcionadamente a las clases más altas: en el 2017, el 10% de chilenos más ricos ganaba 40 veces más dinero que el 10% más pobre ─10 años antes, esta figura era de 30 veces─. Adicionalmente, desde 1990, la tasa de desempleo en esta última porción de la población ha oscilado alrededor del 30% ─15 veces más que la del 10% de habitantes más adinerados─.
Según Paul W. Posner, profesor titular de ciencias políticas en la Universidad Clark (Massachusetts, Estados Unidos), una de las principales causas de tal desigualdad ha sido la supresión por el gobierno militar de los derechos y poderes de los trabajadores de sindicarse y negociar sus condiciones salariales y laborales con sus patrones. Incluso tan recientemente como en el 2019, menos del 3% de empleados chilenos gozaban de contratos que permitieran tales disposiciones, lo que ha mantenido bajos los sueldos, el nivel de seguridad laboral y las pensiones de las clases media y baja.
Constitución y reconstitución
Las olas de protestas que sacudieron el país del 2019 al 2021, propugnadas especialmente por los jóvenes, fueron el apogeo del descontento popular frente a esta realidad económica, legado de Pinochet. Las reformas propuestas por el entonces presidente de derecha, Sebastián Piñera, y la promesa de celebrar un referendo sobre una nueva constitución ─en el plebiscito del 25 de octubre del 2020 sobre la cuestión, organizado en respuesta a las manifestaciones, el 78,28% de los votantes mostraron que estaban de acuerdo con renovar la Carta Magna─ no bastaron en salvar a los conservadores en las elecciones presidenciales que tuvieron lugar al final del 2021: Gabriel Boric, de izquierda, fue elegido a la jefatura del Estado.
La Convención Constitucional (CC) compuesta de 154 miembros ─en mayoría de izquierda─ elegidos en mayo del 2021 había ya empezado su trabajo de escritura de dicha nueva constitución, una que sería notablemente inclusiva, daría la espalda al absolutismo neoliberal de la época dictatorial a favor de un Estado de bienestar, valoraría los derechos de minorías como los indígenas y de las personas LGBT+ y defendería firmemente el medioambiente. Sin embargo, muchos chilenos consideraron que las propuestas del documento eran demasiado radicales y orientadas hacia una ideología en particular, y los grandes medios de comunicación del país ─posesiones de familias muy ricas que no quieren deshacerse de los privilegios que les otorga la Constitución de 1980─ participaron activamente en la satanización de la potencial nueva norma de normas. Esta fue consecuentemente rechazada en el plebiscito ratificatorio del 4 de septiembre del año pasado, con el 61,89% de voces en su contra.
Una nueva convención ─esta vez de 55 miembros─ fue elegida en mayo de este año para, otra vez, redactar una constitución novedosa que será posteriormente sometida a una votación popular. Sin embargo, probablemente en respuesta reaccionaria de la ciudadanía al primer intento, esta vez fue la derecha la que consiguió la mayoría de los escaños (33) y que, por consiguiente, influirá ampliamente sobre el contenido del documento.
Medio siglo después del golpe de Estado, Chile sigue dividido, quizás más ahora que hace 30 años: por un lado están los partidarios del legado de Pinochet ─que lo alaban por haber (supuestamente) evitado a Chile de acabar como Cuba o Venezuela, y de haberle permitido gozar (en apariencia) de muy buenos indicadores económicos─; por otro lado, están aquellos que perciben estas pautas como la herencia de un régimen sanguinario que está a la raíz de la profunda desigualdad en el país, además de haber causado tanto sufrimiento.
Hay también personas que tienen reservas hacia ambos campos, pero si hay un chileno que no se siente interpelado ni afectado de ninguna manera por lo fraccionado que está su país ahora, es el mismo Pinochet, pues lleva 17 años muerto e incinerado ─lo mismo duró oficialmente su “reinado"─.
Foto | Tomada de Susana Hidalgo | LA PATRIA
Manifestantes subiéndose a una estatua militar en Santiago. El más alto de ellos ondea la bandera mapuche, durante la “marcha más grande de Chile”, que movilizó a 1,2 millones de personas el 25 de octubre del 2019.
Datos sobre Chile
Nombre oficial: República de Chile
Ubicación: América del Sur
Capital y área metropolitana más poblada: Santiago de Chile
Idioma oficial: español (de facto)
Superficie: 756.102 km² (37.º en el mundo)
Población: 18.549.457 personas (2023, estimación) (65.º)
Índice de desarrollo humano (IDH): 0,860 (2022) (43.º)